Graciela Mantiñan (1/6/20)
Este artículo se propone leer el testimonio que John Fowler, un kelper que vivió la guerra en las Islas, brinda en 1982, días difíciles de Malvinas (2013). Su primer objetivo es analizar la configuración del narrador con la hipótesis de que construye un testigo singular, cruzado por dudas y contradicciones. Y que esta decisión también opera en su forma de representar la guerra, sumando diferentes registros discursivos que rehuyen una visión convencional de la misma. El segundo objetivo es leer la obra de Fowler como representativa de una época marcada por la evocación del trigésimo aniversario de la guerra, con la hipótesis de que sus vínculos con determinados discursos periodísticos y literarios argentinos, amplían el aporte testimonial de 1982, días difíciles de Malvinas
- A modo de introducción.
1.1 Mis apoyos teóricos: tres definiciones básicas
1.1.1 La condición del testimonio que definió Noffal, como una escena literaria en cuyo centro se instala el testigo con una retórica propia,(2009,149).
1.1.2. La identidad del testigo como una construcción que se relata (Ferro, 1998,94).
1.1.3. La idea de Paul Ricoeur señalando que la diferencia entre el ídem (un “mismo”) del ipse (un “si mismo”), es la que existe entre una identidad sustancial o formal y la identidad narrativa “sujeta al juego reflexivo, el devenir de la peripecia abierta al cambio, la mutabilidad, pero sin perder la cohesión de una vida” (Arfuch, 2002,90).
Todas fueron tutelares para mis anteriores trabajos sobre la literatura testimonial de la guerra de Malvinas.
- A modo de introducción.
2.1. Fowler: notorio y notable
1982, días difíciles de Malvinas fue publicado en el país en 2013, un año después de que se cumpliera el trigésimo aniversario de la guerra, un hecho que el mismo autor registra en la obra cuando manifiesta su crítica al gobierno argentino de esa época[1] .
Director del Penguin News malvinense y del departamento de turismo de las Islas, frecuentemente entrevistado por los medios nacionales, Fowler ya era un personaje de nuestro relato sobre la guerra de Malvinas.
Su comprensión y apoyo a los excombatientes argentinos que retornaban a las Islas habían sido unánimemente reconocidos, comenzado por Edgardo Esteban en el capítulo que agrega en 1999 a su Iluminados por el fuego (2007). Baste con decir que en 2007, Belgrano Rawson lo había transformado en protagonista de un cuento [2] .
2.2. Prólogo y Epílogo
Antecedida por una versión digital en inglés[3] y publicada en nuestro país el año en que los isleños- referéndum mediante- decidieron seguir siendo británicos, la obra de Fowler contó con el prólogo del historiador Federico Lorenz y el epílogo del ex combatiente, escritor y periodista Roberto Herrscher.
Más allá de cumplir la función modeladora que tienen todos los prólogos- que Ferro define como “esto es lo que ustedes deben leer” (1998,106)- Lorenz enfatiza la importancia de registrar la condición de los civiles en la guerra, la visión humanista e irónica con que Fowler evoca sus recuerdos y su actual posición a favor de los isleños, equidistante de las fuerzas en pugna.
Refiriéndose a su encuentro con Fowler, Herrscher dice: “hablamos de la misma noche, de la misma guerra y de lo que habíamos sentido mientras estábamos a una pocas cuadras de distancia uno del otro” (208).Desde ese intransferible lugar que es la experiencia compartida, señala que la obra “está alejada de los formalismos y dogmas” (211).
Como Lorenz, cree que aporta a un mejor conocimiento de la comunidad isleña que él conoció durante la guerra cuando navegaba a bordo de la goleta malvinense Penélope.
Reconociendo las valiosas ideas que ambos brindan[4] para abordar 1982, días difíciles de Malvinas,este artículo se propone leer la obra examinando cómo el narrador Fowler- el “ipse” de Ricoeur- forja una identidad -que es siempre una construcción que se relata- en la escena literaria creada para representar la guerra del 82.
- Un narrador anticonvencional
3.1. El Diario del testigo. Las respuestas que organizan un relato.
El libro también publica una transcripción del Diario que Fowler llevó durante la guerra, pequeñas anotaciones que posibilitan en algunos casos examinar el registro puntual de los hechos que estaban acaeciendo.
Es cierto: esta inclusión revela en ciertos casos el texto inicial que en 1982 cifró episodios evocados tantos años después en su libro. Aclaro: mi análisis de la obra de Fowler lee el Diario sin ningún otro propósito que examinar una narrativa previa a la estudiada, comparto con Vezzetti (2003) la certeza de que la misma naturaleza del género testimonial impide buscar la verdad o verosimilitud de los discursos de los testigos.
La presentación de Amazon ya señalaba que la obra se estructuraba sumando anécdotas que respondían a preguntas diferentes, difíciles, humorísticas, desconcertantes.
Coincido en parte: cada capítulo está antecedido por preguntas, a veces pero no siempre vinculadas con su contenido. De hecho alumbran un nuevo sentido que ratifica el construido por la historia evocada o lo enriquecen con otro nuevo. ¿Acaso una lectura del sujeto narrador sobre su relato?
“Papi, ¿hoy es un mal día?”, 111: este interrogante formulado por su hijita inicia el relato- contenido y dramático- de la muerte de tres mujeres kelpers refugiadas en su casa, víctimas de un ataque erróneo de la armada británica. ¿Un tierno recuerdo parental o una muy sutil manera de acentuar la condición trágica de un día inolvidable?
“¿Cómo no se me ocurrió?”, 125: la pregunta antecede al relato de cómo angustiaba al testigo pensar en su familia, preguntándose por qué no había dejado las Islas cuando todavía podía hacerlo. Pero quizá leer el Diario de 1982 revele un conflicto interior previo, porque allí el primer y más largo registro contabilizaba a los colegas que habían decidido abandonar Malvinas, 175.
Desde la narrativa, es posible dudar: ¿las anécdotas responden a las preguntas o las preguntas- de algún modo -responden a las anécdotas evocadas?
3.2. Sujeto narrador/Sujeto narrado.
Entre el sujeto narrador y el sujeto narrado hay una diferencia: el primero es un isleño –notorio y notable- un kelper representativo. El segundo es un civil inglés que había llegado a Malvinas once años antes de la guerra. Esta diferencia se transforma en una tensión que recorre todo su relato, desde la forma en que evoca a un sujeto narrado cruzado por contradicciones hasta la compleja configuración discursiva con que representa a la guerra del 82.
Su protagonista se plantea comprensivo, distante de posiciones extremas, pacifista, criado en un medio cuáquero. Pero revela que en algún momento frente a un soldado argentino: “sentí la urgencia de matarlo”,73 .Y que silenció el riesgo que suponía un edificio para las tropas invasoras que lo ocuparían.
Sin otorgarse ninguna ejemplaridad, privilegia lo cotidiano narrando los cambios que introduce la guerra en su vida personal, familiar y social. En ese relato la misma guerra impone la marca de lo excepcional, por ejemplo cuando descubre una bomba racimo en su jardín o percibe que después de un bombardeo, los pañales de su hijito “habían quedado soldados entre sí por el calor de una esquirla que atravesó el paquete”, 158.
Quizá por la necesaria brevedad del registro, su Diario de 1982 cifra más claramente la transformación que la guerra opera en su vida cotidiana, desde realizar tareas hogareñas pendientes para distraerse hasta la misma coexistencia con lo trágico.
El 1ro.de mayo, el día que comienzan los bombardeos británicos, describe cómo dormían él, su esposa y sus dos niños en la cama, “cada uno con los pies del lado de la cabeza del otro”,177.
El 3 de junio: “vi un segundo ataque de Harrier a baja altura sobre el cerco cuando fui con Rachel y Christopher a ver si las gallinas habían puesto”,198. El 25 de junio, tras anotar que fotografía otro bombardeo y los trascendidos del momento, concluye “esta tarde terminé tres manijas para los cajones de la cocina”, 189.
Pero Fowler también evoca su condición de testigo de la historia: lamenta no haber fotografiado la rendición del destacamento inglés y evoca su solitaria-y tímida-presencia en la recepción de los vencedores ingleses.
Junto con la aceptación del miedo que siempre lo acompañó- por ejemplo al escuchar el ruido de las balas trazantes- el sujeto narrador construye a su sujeto narrado como un obsesivo que crea muchas maneras-a veces descalificadas por él mismo- para proteger a su familia y a su casa de posibles bombardeos .Y tampoco rehuye la amarga comicidad de recordarlo temiendo un ataque, “tumbado de espaldas como Snoopy, cubierto por un colchón que mantenían alto con manos y rodillas”, 137.
Quizá una observación de Devoine y Gaudillere eche más luz sobre este rasgo del narrador: “como lo indican los supervivientes de situaciones extremas, lo trágico y lo cómico dibujan una línea imprevisible. De la risa a la desesperación hay un solo paso” (2011, 59,60).
Los hechos evocados permiten apreciar que el sujeto narrador ratifica los límites franqueados por su sujeto narrado. Relata por ejemplo cómo desde el temor inicial pasó a seguir viendo películas durante los bombardeos y que su esposa debió despertarlo para informarle que se había producido la tan esperada noticia, el desembarco inglés.
3.3. La forma de representar la guerra
La operatoria de Fowler, el permanente desplazamiento entre estilos discursivos diferentes, se reitera en su forma de representar la guerra. Cambian los registros al narrar lo que le sucedía, por menor que fuera el episodio y “la gran historia “que transcurría cerca suyo.
Reconocemos una subjetividad lacerada cuando relata haber visto por primera vez a alguien que moriría en corto tiempo [5] , “cada tanto se reproduce en mi memoria como si fuese un absurdo fragmento vislumbrado en You Tube”, 94.
Pero realiza una construcción casi farsesca para evocar cómo durante el desembarco argentino, el gobernador kelper transmitía órdenes debajo de una mesa, mientras simultáneamente aprendía a manejar un arma. Y recuerda al vecino que refugiado bajo su cama, llamó por teléfono para comunicar que un mortero había agujereado su techo, “fue la primera guerra del mundo que se haya transmitido por teléfono”,52.
Este narrador que relata con tanta contención su drama personal, la muerte de tres vecinas que había refugiado en su casa, señala la solidaridad de la comunidad isleña sin rehuir observaciones irónicas sobre su vida social.
Así aparece el Club Kelper, un lugar liberado para bebedores,» un bastión de supremacía masculina e incorrección política», 100, recordando allí durante la guerra se acopiaba información para enviársela a los británicos.
En 1982, le sorprendía que los kelpers siguieran celebrando una victoria bélica inglesa de la primera guerra mundial, que significó la muerte de muchos enemigos alemanes[6]. Pero también registra el peso de no recibir periódicos o no poder pagarlos: narra que los asistentes al agasajo brindado por la nave visitante Endurance leían las noticias en los periódicos que envolvían el pescado servido en el banquete.
A veces la ironía se construye como un producto del tiempo: en “lo que ahora llaman la Sala de Liberación del Secretariado”, 65, participa con otros jefes departamentales en una primera reunión con los oficiales argentinos.
¿Acaso estas diferencias sistemáticas son la herramienta elegida para configurarse como un testigo distante del registro épico, que se sustrae de cualquier visión dicotómica de lo sucedido?
De hecho relatando la guerra que vivió, practica “la autoconfiguración del sujeto”, una operatoria que marca Beatriz Sarlo al estudiar el género testimonial (1994, 12), es decir construye un discurso que simultáneamente revela algunas claves de su identidad narrativa.
En esa construcción tienen un lugar significativo los medios como como fuente de información durante la guerra. La BBC, Llamando a las Falkland y la emisora de las fuerzas norteamericanas tienen un rol diferente en el Diario donde anota puntualmente las noticias de la BBC, sobre todo a partir del 21 de mayo, como siguiendo atentamente el desenlace de la guerra.
En el libro cita menos a los medios y suele asignarle carácter de referentes descriptivos.
Recuerda la guerra civil de Irlanda –que se desarrollaba en esa época- con imágenes típicas de la televisión o el noticiero cinematográfico. O elige por ejemplo la serie Blackadder e inclusive el canal You Tube que son posteriores a 1982.El discurso de Fowler-como el de casi todos los testimoniantes- busca anclajes en el presente para relatar su pasado.
El estado que describe –“de suspensión y suspenso, 86” -durante la ocupación argentina coexiste con evocaciones que hablan de sus diferentes formas de movimiento. Desde su preocupación por si debía o no cobrar su sueldo hasta su referencia a la corporalidad, ese “saber qué hace la guerra con los cuerpos”, imprescindible según Sarlo, en cualquier representación de la guerra, 11-15.
Recuerda las esquirlas de bomba que no había percibido incrustadas en su tobillo y también en un giro ya típico, los cayos plantales que le extrajo la médica que lo examinó.
Su evocación de la muerte, el grado más dramático de la materialidad de la guerra, difiere. Muy cercana, por ejemplo al ver el brazo colgante que asoma de una camilla que transportan soldados argentinos. Más distante: cuando conoce el hundimiento del ARA General Belgrano, sostiene que hubiera preferido que sólo marinos de alto grado, los victimarios del proceso militar argentino, integraran su tripulación.
De hecho, este narrador está revelando un saber previo y amenazante sobre los crímenes de la dictadura. Su testimonio coincide con el kelper Stephen Luxton que tenía nueve años en el 82 y recuerda el temor de su padre al ser tomado prisionero por las fuerzas argentinas porque él “conocía bien los crímenes de la dictadura” (Clarín,2/4/12,6).
Y también con el relato del conscripto argentino Roberto Herrscher: “su gente-refiriéndose a los kelpers- tenía genuino temor de que la dictadura argentina le hiciera a ellos lo mismo que nos estaba haciendo a nosotros” (2007,86).
Sería sencillo decir que el narrador crea un protagonista cercado por insularidad: vive en una isla ocupada por fuerzas extranjeras que tienen terribles, criminales, antecedentes en su país.
Pero la relación “muerte-distancia” adquiere otra complejidad, cuando leemos el relato de Fowler sobre la muerte de dos hijos, uno recién nacido en Inglaterra y otro muy pequeño en Malvinas, señalando en ambos casos la distancia que lo separaba de un centro asistencial.
Explica que esta pérdida lo decidió a mudarse de la zona rural donde vivía a Puerto Stanley y determinó que por mucho tiempo, controlara rigurosamente el sueño de la niña que llegó después.
No menos relevante es que el nacimiento de su hijo durante la guerra esté prologada por el relato de episodios amables protagonizados por su decidida mujer y un vecino que colabora con ella. El llama Patrick al niño y afirma que el nombre se lo inspiró una novela.
Lo cierto es que durante la primera guerra mundial hubo un soldado británico Patrick Fowler, que vivió cuatro años refugiado en una casa francesas, ocultándose en un placard. Si hubiera podido identificar la novela, quizá podría señalar que la idea de que un dramático confinamiento inspiró esta elección[7].
Su misma condición de malvinense difiere: durante la guerra recuerda que era un “expatriado”, no originario de las Islas y defiende su propósito de ser evacuado. Explica la “britaneidad”, asumiéndose como perteneciente a un país acostumbrado a invadir, no a ser invadido, remite sus modelos al cine hollywoodense, blanco y negro, donde “el enemigo vivía siempre en otro país”,75.
Como todo narrador, dialoga con configuraciones culturales previas: podemos pensar en la retórica del viajero cuando recuerda que al llegar por primera vez a América Latina, el paisaje físico y humano le hizo evocar a Graham Greene, quizá aludiendo a la visión del escritor británico sobre la América de los años 50 y 60.En Malvinas, mira a los soldados argentinos como descendientes de los indígenas victimizados durante la conquista española[8].
Pero él mismo reconoce que otras retóricas como las del cine, no le son útiles. Por ejemplo, la liberación no responde a los cánones fílmicos y el fin de la guerra es un triunfo de los militares, sean los vencedores o vencidos, que no deja lugar para los kelpers.
Su lectura de lo sucedido después de la guerra tampoco cambia la oscilación: admira a Margaret Thatcher por su decisión de defender las Islas en 1982 y señala los errores políticos posteriores de la Dama de Hierro. Acepta que la guerra beneficio la economía de las Islas, pero advierte que los kelpers no forman parte del reino británico[9].
Sobre los soldados ingleses, cuyos testimonios sobre lo actuado o presenciado durante la guerra recibió tempranamente en su casa, le hacen asumir que “los pusimos ahí en una posición en la cual se requería precisamente eso”,135. Sin embargo se pregunta si podría asegurarle a los heridos, amputados, muertos y a sus familias que su sacrificio no fue en vano. Cree que sólo ellos pueden responder, “a nosotros nos queda cumplir con el deber de aparentar que sí sirvió”,171.
3.4. Experiencia y expectativa en el relato de Fowler
Finalmente plantea el objetivo de crear una historia para las Islas e invita a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner a dejar de mirar 1833. Se desentiende de la historia anterior de las Malvinas que siendo él profesor en las Islas quizá había enseñado. Por lo menos la recordó durante la guerra, cuando le dice a un oficial argentino que el Gaucho Rivero había sido un asesino.
Llama la atención la relación de este narrador con la historia de las Islas previa a la guerra y que ya en la década del 30 según el sacerdote salesiano Migone inspiraba más de cien libros en inglés (1996,15)[10]. No cree ni le importa si había habido un pueblo y un gobernador argentinos en Puerto Luis antes de la llegada de los ingleses en 1833.
Paradojalmente, Lorenz, el prologuista de Fowler , elige como epígrafe una frase de Horacio, “Conamur tenues grandia”(aunque pequeños ,nos atrevimos a cosas grandes,11).En 1764,Louis-Antoine de Bougainville, fundador de Puerto Luis, había inscripto esta frase en el monumento recordatorio que erigió en las Islas(Winograd,2012, 78)[11].
Pero recordemos, tampoco comprende por qué los kelpers recuerdan una batalla de la primera guerra mundial, cuya importancia registraba mucho antes de 1982 el Battle Memorial erigido en la la principal avenida de Puerto Stanley.
¿Acaso la historia de ese “nuevo país” soñado nació en 1982?: refiriéndose a grandes etapas históricas, Reinhardt Kosellec hablaba de la coexistencia de experiencia y expectativa, asociándolas al pasado-presente y al futuro hecho presente (1993,334-356).
Interpolando arbitrariamente este concepto, ¿por qué no pensar que la tensión de la expectativa, también opera sobre la visión del pasado malvinero de este narrador?
En 2012, John Fowler declaró en Clarín que Malvinas era una extraña obsesión de los argentinos por “unas islas con rocas, ovejas y tres mil personas “, Larraquy, 2012,36[12].
Quizá esta irónica –y anacrónica- visión que despoja de sentido tanto a la historia argentina como a la tradición británica a la que- como él mismo reconoce- pertenecen los kelpers, inspire un punto de partida para “la nueva nación” que plantea en su obra y que los mismos isleños negaron con el referéndum .
Lo cierto es que el sujeto narrador cierra la evocación del sujeto narrado, es decir la experiencia vital-donde la guerra fue un episodio decisivo- que transformó a un civil inglés en un kelper que postula un nuevo destino para Malvinas.
Se podría reflexionar sobre el curso posterior de los hechos, pero concluyo este artículo durante la pandemia planetaria del coronavirus. El horizonte de expectativa-al decir de Kosellec- es en sí mismo una incógnita demasiado grande para pensar por ejemplo el cambio político que inició en 2019 el nuevo gobierno argentino o la situación que abriría el Brexit para las Islas, tan dependientes de las exportaciones al Mercado Común Europeo.
Leído desde la narrativa, el testimonio de Fowler-irónico y anticonvencional- abre un abanico de preguntas que son en sí mismas un logro del narrador Fowler .Y un aporte valioso para los que hoy estudian la guerra del 82, un –otro –crimen de la dictadura militar argentina.
- Un testimonio de época
En 2012, la conmemoración del trigésimo aniversario de la guerra amplió el muy extenso corpus cultural argentino e inglés sobre el tema, generando un enorme despliegue cultural cuya complejidad excede el objetivo y las posibilidades de este artículo.
En ese momento, las ediciones de todos los periódicos, incluyendo el notable e innovador suplemento de Tiempo Argentino, evidenciaron que la evocación de la guerra volvía a mediatizar diferencias políticas que venían de lejos[13] .
El tratamiento de Malvinas en Clarín y La Nación, periódicos enfrentados con el gobierno de Fernández de Kirchner, ya fueron objeto de estudio[14] y tuvieron amplias y distintas respuestas.
Me centraré en Clarín, cuyas ediciones de 2012 estudié enfocada en el tratamiento de los kelpers. Sólo observaré que ciertos periodistas y/o colaboradores argentinos eligieron para exponer sus temas un tono “ilustrado”, descalificador de cualquier otra posición, afirmando como único su conocimiento del tema tratado.
Didi-Huberman (2013) recuerda que Adorno y Horkheimer decían que “la abstracción, el instrumento de la Ilustración, se comporta respecto de sus objetos como el destino cuyo concepto elimina: como una liquidación…”.
Creo que la obra de Fowler-tan lejos de la abstracción ilustrada- dialoga con una lectura periodística argentina de los kelpers que es en sí misma un dato de época.
El medio configuró a Malvinas como sujeto de un pasado doloroso – el recuerdo bélico atroz que todos podíamos compartir- y de un presente ajeno -una realidad distante- donde los kelpers desarrollaban una vida serena, totalmente identificados con la tradición británica, negando cualquier vínculo con la Argentina.
Ricardo Kirschbaum- uno de directores del periódico les ofrecía reconocimiento: “Gran Bretaña habla en nombre de los isleños que, a la vez son ciudadanos británicos que viven en una colonia de ultramar (29/6,2)[15], Aldo Abram los justificaba, “Por algo no nos quieren”, fundándose en la mala situación económica que según el articulista atravesaba el país (14/ 4, 40).
Quizá más ilustrativo es “Por qué no nos quieren. La desconfianza y el recuerdo de la guerra alejan a los kelpers”, un reportaje donde participan cuatro kelpers de diferentes edades .Allí John Fowler, director del Penguin News malvinense, es el único que plantea sin reticencias la independencia de las Islas, “somos culturalmente británicos, pero políticamente primero somos isleños. Un punto clave es el petróleo…” (25/3,32-36).
En 2014, Natasha Niebieskikwiat una periodista de Clarín especializada en el tema Malvinas, publicó Kel?ers. Ni ingleses ni argentinos. Cómo es la nación que crece frente a nuestras costas. Criticando a las autoridades argentinas que “nunca desarrollaron una política inteligente y sostenida de conquista de los isleños”, 169, Niebieskikwiat plantea desde el principio que su objetivo no es hacer una historia de las Islas, sino de la comunidad kelper cuya historia y sociedad describe.
Lo hace mayoritariamente a través del testimonio de familias pioneras de las Malvinas, que se manifiestan absolutamente vinculadas a Gran Bretaña y renuentes a cualquier contacto con la Argentina.
Niebieskikwiat cree que poseen una doble identidad: quieren ser isleños y al mismo tiempo cívica y culturalmente británicos y señala que esa identidad está construida sobre la base del rechazo al histórico reclamo de soberanía argentino. Sus entrevistados, inclusive gente vinculada a nuestro país por lugar de nacimiento o de estudios, no reconocen o aceptan ninguna relación con la Argentina.
En el capítulo dedicado a evocar la educación en las Islas, John Fowler hace un largo relato sosteniendo que en un principio estuvo a cargo de la Iglesia, que tuvo además un colegio de monjas (245-6).Creemos que se refiere a la labor del sacerdote salesiano Migone y de las monjas que trabajaron con él, ellas siguieron dirigiendo un colegio para niñas hasta que fueron expulsadas en 1943.
¿Cómo saber si tan escasa referencia a la innovadora labor de Migone en las Islas obedece al desconocimiento o a una forma de leer la historia de la educación en las Islas?
Pero también crean interrogantes ciertas referencias o silencios de Kel?ers. Ni ingleses ni argentinos. Cómo es la nación que crece frente a nuestras costas.
Por ejemplo reproduce el artículo que durante su visita a las Islas el investigador y periodista argentino Juan Carlos Moreno publicó en 1937 en el Penguin, el diario oficial de Malvinas (63). Es cierto: Moreno da una versión positiva de las Islas, pero leyendo su libro también sabemos que fue escrito para neutralizar la agresiva desconfianza que su presencia despertaba en los kelpers[16].
Más llamativa es su referencia a la “exótica experiencia evangelizadora de la sociedad misionera patagónica las Islas Keppel”, sin aludir al tránsito ilegal de indígenas de o hacia el continente y el episodio del juzgamiento de Jemmy Button[17].
En epílogo, Niebieskikwiat invita a los involucrados en el debate sobre las Islas – argentinos, británicos e isleños – a hacerlo mirándose “en la riqueza de su historia, dejando a un lado los intereses geoestratégicos de los estados poderosos, los oportunismos políticos y los sesgos del nacionalismo ciego” (277). Considérese mis observaciones anteriores como un pequeñísimo aporte a la riqueza de esa historia.
Desde el mismo título de su obra, Niebieskikwiat coincide con Fowler en el planteo de una nueva nación constituida por kelpers que no son ni británicos ni argentinos. De diferente manera, ambos construyen una visión propia de la historia malvinera y señalan como equivocadas las formas en que las políticas gubernamentales argentinas defendieron nuestra soberanía sobre las Islas.
Mirando la época como si fuera un tablero de ajedrez donde se está jugando una partida política y económica, la obra de Fowler constituye una pieza- notable en sí misma- que en ese momento se ubica en una posición determinada.
- Un diálogo posible: el discurso de Fowler y las narrativas argentinas.
Sin buscar intertextualidades ni explorar vías de transmisión, me propongo marcar algunas- sólo algunas- coincidencias entre la representación de la guerra del relato de Fowler y las de ciertas narrativas argentinas publicadas hasta el 2012.
Usaré discursos de conscriptos sabiendo que a partir de Los chicos de la guerra (Kohn) y Los pichiciegos (Fogwill) publicados en 1982 y 1983 respectivamente, los testimonios y las ficciones reiteraron, resemantizaron y enriquecieron determinados motivos narrativos.
Aclaración: para mí no es relevante saber qué obras posiblemente conociera el narrador Fowler[18] ,que además dialogó con muchos excombatientes argentinos que retornaron a las Islas. Y que quizá también accedió a los libros del excombatiente inglés David Bramley (1991,1994), que en su momento alcanzaron difusión. Pero también es cierto que Fowler se ausentó de las Islas durante el período 1984-1991.
Naturalmente sus vínculos con las obras de Esteban y Herrscher explicarían intertextualidades notorias. Por ejemplo cuando durante la guerra, su compasiva actitud inicial se transforma en irritación al ver a los soldados argentinos en retirada marchando por la ciudad. Le parecen “siniestros espantapájaros carentes de humanidad, 78”, Esteban llama “espantapájaros “a un camarada que se negaba a correr durante los bombardeos (Iluminados por el fuego ,73) [19].
O bien cuando recuerda que sus alumnos habían sido evacuados en el “vetusto queche Penélope” (62), refiriéndose a la goleta cuya tripulación integró en 1982 Roberto Herrscher, que testimoniará su experiencia en Los viajes del Penélope (2007).
Sin embargo inspirada en el concepto de interdiscursividad de Angenot( 2012 ) cuando estudia el discurso social y aceptando que estoy practicando una interpolación arbitraria del mismo, señalaría que en la narrativa testimonial argentina hallamos por ejemplo :
Ese desplazamiento del vivir con miedo hacia un acostumbramiento que naturaliza las situaciones más dramáticas, Fowler recuerda que llegó a ver videos durante los bombardeos. En Partes de guerra, un exconscripto reconoce que» después fue todo normal. Normal las muertes, las bombas, cualquier cosa, todo normal», (2007,51)
Fowler habla de un “estado de suspensión-suspenso”, describiendo una reducción del sujeto narrado al momento presente, con la desesperación que generaba la espera y el deseo que todo concluyera. Fabián Bustos evoca que un compañero decía: «Yo no doy más, lo único que pido es que lo que tenga que pasar pase pronto «(Crónicas de un soldado, 2005,143).
La distancia como madre del desconocimiento que Fowler señala tanto en argentinos como británicos, está en ambos relatos testimoniales. ¿La diferencia? .In situ, los conscriptos argentinos no sabían dónde estaban, carecían de mapas, como recuerda Guillermo en Los chicos de la guerra, 31). Antes de partir, los británicos no sabían dónde estaban las Malvinas (Bramley, 1991,16)[20].
Fowler alude a los vínculos previos entre la sociedad kelper y la Argentina[21].
En Partes de guerra, el teniente Esteban narra que su esposa y la hija del gerente de las Falkland Islands habían sido compañeras de colegio en Córdoba. Sus fotos de esa época estaban en el living de la casa de San Carlos, donde durante la guerra el oficial argentino toma el té con el padre y la hija. Esteban tampoco olvida que ambos, conociendo el avance de la flota, insisten en que abandone el lugar (2007,37,38).
Fowler afirma que el desembarco argentino hizo que los kelpers superaran sus diferencias sociales, seguramente lo hicieron casi todos. Pero en el libro citado un testimoniante evoca que en Darwin, el gerente de las Falklands Island se negó a compartir el refugio con los kelpers, aduciendo su condición de británico (75).
Reconoce a Peck, jefe de policía kelper, que valerosamente huyó para integrarse a las fuerzas británicas y acepta que los robos de casas isleñas, perpetradas tanto por soldados argentinos como ingleses, no fueron significativos.
Curiosamente muchos años después, James, el hijo de Peck, evocará esa época recordando cómo era ser un niño kelper en la guerra, “hasta que cumplí los doce nunca había visto un televisor, sin embargo, a los trece ya había visto soldados muertos”, (2013 ,136).
El decidió ser argentino: en nuestro país pudo cerrar la historia de su madre que- divorciada de su padre- había vivido vivió un romance con un empleado de una empresa nacional que operaba en las Islas, idilio interrumpido por la guerra.
Le pregunta a un amigo de esa época, ahora residente en Australia, sobre los robos de los soldados argentinos. La respuesta es notable: el hombre evoca haber visto a conscriptos que usaban pulóveres de mujer – robados de las casas kelpers- para abrigarse (84).Una imagen que a la luz de Los pichiciegos (Fogwill) o Heroína (Correa ,2018) ,por ejemplo, permitiría una lectura más compleja.
Cercado Fowler en Puerto Argentino y cercados los conscriptos en sus posiciones, construyen una realidad a través de los medios, ese “afuera” que decidirá su destino. Dice Fowler: “la única fuente de información de lo que estaba ocurriendo del otro lado de Stanley era la BBC”,119.
La diferencia es que mientras casi siempre Fowler cree en lo que escucha, los conscriptos concluyen desconfiando de la falaz propaganda argentina y buscan alternativas como las radios Carve o Colonia.
Algunos, muy pocos, que sabían inglés accedieron a las noticias de la radio británica, un registro que aparece tanto en los testimonios como en las ficciones. En ese sentido, los que operaron como traductores tuvieron una experiencia especial, Herrscher se evoca como “un conscripto traductor, rubio y de apellido raro”, 38
Naturalmente este examen no niega la absoluta originalidad de la condición civil de este testimoniante, sólo señala el vínculo del narrador con el discurso literario argentino que evocó la guerra del 82
Ya en mi tesis “A vos te falta Malvinas” (2015) observé las coincidencias narrativas entre Los chicos de la guerra (Kon) y Los pichiciegos (Fogwill).
Luego en otros artículos [22]estudiando la figura de autor en Fogwill, profundicé el examen del aporte de las emisoras de onda corta pero también el télex en la información con que habría contado el escritor. Una información que no tenían la mayoría de los argentinos, sujetos a las mentiras de todos los medios masivos nacionales.
En su libro, Fowler relata que durante la guerra un oficial argentino le preguntó si era cierto que los aviones británicos habían tirado propaganda bélica dirigida a los ocupantes, una noticia de la BBC que no habían logrado confirmar. Fowler coincide: él también la había escuchado pero nada había encontrado.
¿Cómo no recordar los «contratos de rendición «que en Los Pichiciegos, Quiquito recuerda entregaban los ingleses (122-123)?
Seguramente sin saberlo, el narrador Fowler nos brinda una nueva clave para leer al narrador Fogwill. Para mí otra confirmación que desde lo discursivo, el libro de Fowler amplía la lectura de las formas en que nuestra literatura ficcional y testimonial representó la guerra del 82.
Conclusión
El propósito de este trabajo fue leer el libro de Fowler como el testimonio de una determinada época, donde un kelper-sincero e inteligente- que vivió la guerra del 82, relata con un estilo anticonvencional su experiencia y formula un destino posible para las Islas. Desde la narrativa, la obra ofrece un valioso aporte para seguir pensando a las argentinas Islas Malvinas, algo que hacemos desde 1833.
Bibliografía
Adabsurdum. (11 de 2018). https://adabsurdum.blogspot.com/2018/11/armario4.html. Recuperado el 10 de 2 de 2020
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Notas
[1] “Escribí esto -se refiere a la política ejecutada por la presidenta Cristina F.de Kirchner y su antecesor–en vísperas del trigésimo aniversario de la guerra”,172-3.
[2] “La casa de John” publicado en Clarín, ver Mantiñan, G. A vos te falta Malvinas,III.1 “La guerra se libra en cuentos y novelas”(2015,165)
[3] 1982 & and all that. Difficult question from a difficult time in the Falkland Island (Amazon, 4 de junio de 2012).La presentación de la editorial caracteriza al libro como el relato en primera persona de alguien que vivía en Islas- “el lugar más pacífico de la tierra”- y que de pronto se convierten en escenario de sangrientos conflictos. Define a la obra como “la respuesta humana de estar en el lado equivocado de una guerra” y recuerda que en la casa de Fowler ocurrieron las únicas muertes civiles de esa guerra.
[4] Por ejemplo, Lorenz plantea que el relato argentino no registró la experiencia de los isleños que vivieron la guerra la (“islas vacías”) ,14 .Herrscher señala que “los hijos de la guerra” comparten con sus padres una identidad cuyo desarrollo es valioso desde lo afectivo y lo testimonial, 210. Examinar estas ideas excede las posibilidades de este artículo, pero creo que seguramente desde otra perspectiva a la planteada por los ambos, ya en 2013 la literatura y el cine argentinos ofrecían algunos aportes para la iniciar la reflexión sobre esos temas
[5] Se refiere al capitán Gustavo García Cueva que fue ametrallado por las fuerzas argentinas cuando intentaba aterrizar. Fowler se reconoce tan conmovido al punto de buscar un libro para confirmar que el avión era argentino, algo que se supo después.
[6]»una masacre en la que perecieron más de dos mil alemanes y muy pocos británicos «,101.
[7] Ver: “Encerrados 3: la primera guerra mundial dentro de un armario”, publicado en el blog Ad Absurdum, sin referencia de autor, pero citando bibliografía sobre el tema (Sanz, Javier, y Clemares, Guillermo (2014). ¡Fuego a discreción! , Anaya y Millett, Tony (2014). “WW 1 CENTENARY: The soldier who came home to Devizes after four years in hiding behind German lines – much of the time in a cramped cupboard”, en Marlborough News Online.
[8] Más allá de que antes de la guerra, Fowler había visitado el norte argentino y Bolivia, lo cierto es que ya los viajeros británicos del siglo XIX, como Robert Fitz Roy, tenían una visión negativa de la conquista española, no apreciaban a los criollos y tampoco a los sacerdotes. Ver Mantiñan.G.2020. «Las islas imperiales de Robert Fitz Roy 1833-34».Ver 1.3. Un narrador complejo
[9] Quizá su mirada sobre la historia argentino esté libre de esas contradicciones, cree que la guerra representó el fin de la dictadura militar para nuestro país
[10] Migone, que misionó más de treinta años en Malvinas, desde 1905 hasta su muerte, relató su experiencia en 33 años de vida malvinera. Ver :”El sacerdote Migone desde el narrador Migone” en Mantiñan,G (2018) “Un cura en las islas”
[11] Es historia conocida: la expedición de Bougainville partió del puerto de Saint Malo en 1764, una ciudad francesa cuyos nativos solían integran las tripulaciones que ya antes visitaban Malvinas y concluyeron dándole su nombre (les malouines).
[12] En este caso, Fowler elige una imagen tradicional de las Islas, compatible con la visión de fines del siglo XIX, que ya en ese momento estaba absolutamente desactualizada. Sin embargo visión reduccionista de las Malvinas para descalificar cualquier interés puede registrarse en la cultura argentina (ver Mantiñan, G. (2015). A vos te falta Malvinas”.II.6.2. “No saber: lo que se supo después”, nota 213).Pero también en testimonios ingleses : el jefe de la flota británica Sandy Woodward escribe: “por supuesto, de ninguna manera las Falklands valen la pena de una guerra, la ganemos o no”(1992,97)
[13] En 2012 tuvo amplia difusión el pedido de un grupo de intelectuales y políticos argentinos nucleados en el Club Político, enfrentados con el gobierno, que solicitó la libre determinación de los kelpers.
[14] Ver:Sanchez,Santiago(2012), y Raitzin ,Keila (2013)
[15] La negrita es del diario
[16] Mantiñan, G.(2019) “Un anonymous man en Malvinas”, ver “La construcción de la insularidad” y “Central: la labor religiosa” .
[17] Mantiñan, G. (2019),»1833-34: Charles Darwin”, ver :Jemmy Button: un protagonista menor del relato darwiniano.
[18] El corpus es amplísimo y para comenzar debería incluir por ejemplo, Las cartas de un marino inglés de David Tinker(1983) que recogió las cartas que este joven marino muerto en la guerra había enviado a su esposa ,familiares y amigos.Y La batalla por las Malvinas de Max Hastings, un periodista que viajó con la flota británica y Simon Jenkins (1984), creo que esta obra ya incluye fragmentos de Los chicos de la guerra (Kon, 1982) También las memorias de los jefes británicos como Julian Thompson(1987)y Sandy Woodward(1992). En Mantiñan, G (2015), A vos te falta Malvinas, realicé breves referencias a estos autores. David Tinker (p.212, nota 331, Hastings y Jenkins, p.129, Julian Thompson (p.68, nota 96), Sandy Woodward (p.109, nota 139).
[19]Siempre pensé que esta imagen remitía a Los hundidos y los salvados (Levi, 1989), donde Levi evoca la irritación que en el campo de exterminio nazi le despertaban otros prisioneros,» los hundidos», a los que ya todo le era indiferente. Ver Mantiñan,G(2015), p.94
[20] Mantiñan,G.(2015).,“A vos te falta Malvinas”: la tesis plantea que una de las señales de identidad que forjan los discursos de los excombatientes es el “no-saber” donde tiene un lugar importante el ignorar dónde estaban y lo analiza en todas las obras estudiadas, comenzando con Los chicos de la guerra (ver p.66)
[21] Ineludible es recordar la película Las islas del viento (Juan Luis Cibrian, 2013) que relata el trabajo de las maestras argentinas que durante las décadas de los 60 y 70, viajaron a las islas para enseñarles castellano a los niños kelpers.
[22] Ver: Mantiñan, G. (2017) “Los pichiciegos de Rodolfo Fogwill. La creación del mito. El mito de la creación”.
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