Un kelper en la Guerra de Malvinas

 

Graciela Mantiñan (1/6/20)

 

Este artículo se propone leer  el testimonio que  John Fowler, un kelper  que vivió la guerra en las Islas, brinda en  1982, días difíciles de Malvinas (2013). Su primer objetivo es analizar la configuración del narrador  con la hipótesis de que construye un testigo  singular, cruzado por  dudas y contradicciones. Y que esta  decisión también opera en  su  forma de representar la guerra,  sumando   diferentes registros discursivos  que rehuyen  una visión convencional de la misma. El segundo objetivo es  leer la obra de Fowler como  representativa de una época  marcada por la evocación del trigésimo  aniversario de la guerra, con la hipótesis de que  sus  vínculos con determinados discursos periodísticos  y literarios argentinos, amplían el aporte  testimonial  de  1982, días difíciles de Malvinas

 

  1. A modo de introducción.

1.1 Mis apoyos teóricos: tres definiciones  básicas

1.1.1 La condición del testimonio que definió Noffal,  como una escena literaria  en cuyo centro se instala el testigo con una retórica propia,(2009,149).

1.1.2. La identidad  del testigo como una construcción que se relata (Ferro, 1998,94).

1.1.3. La idea de  Paul Ricoeur señalando que  la diferencia  entre el ídem (un “mismo”) del  ipse (un “si mismo”), es la que existe entre una identidad sustancial o formal y la identidad narrativa  “sujeta al juego reflexivo, el devenir de la peripecia abierta al cambio, la mutabilidad, pero sin perder la cohesión de una vida” (Arfuch, 2002,90).

Todas fueron tutelares para mis anteriores trabajos sobre la literatura testimonial de la guerra de Malvinas.

  1. A modo de introducción.

2.1. Fowler: notorio y notable

1982, días difíciles de Malvinas fue publicado en el país  en 2013, un año después de que se cumpliera el trigésimo aniversario de la guerra, un hecho que el mismo autor registra en la obra cuando manifiesta su crítica al gobierno argentino de esa época[1] .

Director del Penguin News malvinense y del departamento de  turismo  de las Islas, frecuentemente entrevistado por los medios nacionales, Fowler  ya  era un  personaje  de nuestro  relato sobre la guerra de Malvinas.

Su  comprensión y apoyo a los excombatientes argentinos que retornaban a  las Islas habían sido unánimemente reconocidos, comenzado por Edgardo Esteban en el capítulo que agrega en 1999 a su Iluminados por el fuego (2007). Baste con decir que en 2007, Belgrano Rawson lo había transformado en protagonista de un cuento [2]  .

2.2. Prólogo y  Epílogo

Antecedida por una versión digital en inglés[3]  y publicada en nuestro país  el año en que los isleños- referéndum mediante- decidieron seguir siendo británicos, la obra de Fowler  contó con el prólogo del historiador Federico Lorenz y el epílogo  del  ex combatiente, escritor  y  periodista Roberto Herrscher.

Más allá de cumplir  la función modeladora  que tienen todos los prólogos- que Ferro define como “esto es lo que ustedes deben leer” (1998,106)- Lorenz enfatiza la importancia de registrar la condición de los civiles en la guerra, la visión humanista e irónica con que Fowler evoca sus recuerdos y su  actual posición a favor de los isleños, equidistante de las fuerzas en pugna.

Refiriéndose a su encuentro con Fowler, Herrscher dice: “hablamos de la misma noche, de la misma guerra y de lo que habíamos sentido mientras estábamos a una pocas cuadras de distancia uno del otro” (208).Desde ese intransferible lugar que es la experiencia compartida, señala que la obra “está alejada de los formalismos y dogmas” (211).

Como Lorenz, cree que aporta a un mejor conocimiento de la comunidad isleña que él conoció durante la guerra  cuando navegaba a bordo de la  goleta malvinense Penélope.

Reconociendo las valiosas ideas que ambos brindan[4]  para abordar 1982, días difíciles de Malvinas,este artículo se propone leer la obra  examinando cómo el narrador Fowler- el “ipse” de Ricoeur- forja una identidad  -que es siempre una construcción que se relata- en la escena literaria creada para representar la guerra del 82.

  1. Un narrador anticonvencional

3.1. El  Diario del  testigo. Las respuestas que organizan un relato.

El libro también publica  una transcripción del Diario que Fowler llevó durante la guerra, pequeñas anotaciones que posibilitan en algunos casos examinar el registro puntual de los hechos que estaban acaeciendo.

Es cierto: esta inclusión revela  en ciertos casos el texto inicial  que en 1982 cifró episodios  evocados tantos años después en  su libro. Aclaro: mi análisis de la obra  de Fowler lee  el Diario sin ningún otro propósito  que examinar  una narrativa previa a la estudiada, comparto   con Vezzetti (2003) la certeza de que  la misma naturaleza del género testimonial impide buscar la  verdad o verosimilitud de los  discursos de los testigos.

La presentación  de Amazon  ya  señalaba  que la obra  se estructuraba sumando anécdotas que respondían a preguntas diferentes, difíciles, humorísticas, desconcertantes.

Coincido en parte: cada capítulo está antecedido por preguntas,  a veces pero no siempre vinculadas con su  contenido. De hecho  alumbran  un nuevo sentido que ratifica el  construido por la historia evocada  o  lo enriquecen con otro nuevo. ¿Acaso  una lectura del sujeto narrador sobre su relato?

“Papi, ¿hoy es un mal día?”, 111: este interrogante  formulado  por  su hijita inicia el  relato- contenido y dramático- de la muerte de  tres mujeres kelpers refugiadas en su casa, víctimas de un ataque erróneo de  la armada británica. ¿Un tierno recuerdo parental  o una muy sutil manera de acentuar  la condición trágica de un  día  inolvidable?

“¿Cómo no se me ocurrió?”, 125: la pregunta antecede al relato de cómo  angustiaba al testigo  pensar  en su familia, preguntándose  por qué no había dejado  las Islas  cuando todavía podía hacerlo. Pero  quizá  leer el Diario de 1982 revele  un conflicto interior previo, porque allí el primer y más largo registro contabilizaba  a los colegas que habían decidido  abandonar Malvinas, 175.

Desde la narrativa, es posible dudar: ¿las anécdotas  responden a las preguntas o  las preguntas- de algún modo -responden a las anécdotas evocadas?

3.2. Sujeto narrador/Sujeto narrado.

Entre el sujeto narrador y el sujeto narrado hay una diferencia: el primero es un isleño –notorio y notable- un kelper representativo. El segundo es un civil inglés que había llegado a Malvinas once años antes de la guerra. Esta diferencia se transforma en una tensión que recorre todo su relato, desde  la forma en que evoca a un sujeto narrado  cruzado por contradicciones hasta la compleja configuración discursiva con  que representa a la guerra del 82.

Su  protagonista se plantea comprensivo, distante de posiciones extremas, pacifista, criado en un medio cuáquero. Pero revela que en algún momento frente a un  soldado argentino: “sentí la urgencia de matarlo”,73 .Y que silenció  el riesgo que suponía un edificio para las tropas invasoras que lo ocuparían.

Sin otorgarse ninguna ejemplaridad, privilegia lo cotidiano narrando  los cambios que introduce la guerra en su vida personal, familiar y social. En ese relato la misma guerra impone la marca de lo excepcional, por ejemplo  cuando descubre  una bomba racimo en su jardín  o percibe  que después de un  bombardeo,  los pañales de su hijito “habían quedado soldados entre  sí por el calor de una esquirla que atravesó el paquete”, 158.

Quizá por la necesaria brevedad del registro,  su Diario de 1982 cifra más  claramente la transformación que la guerra opera  en su vida cotidiana, desde realizar  tareas hogareñas pendientes para distraerse hasta la misma coexistencia con lo  trágico.

El 1ro.de mayo, el día que comienzan los bombardeos británicos, describe cómo dormían  él, su esposa y sus dos niños en la cama, “cada uno con los pies del lado de la cabeza del otro”,177.

El 3 de junio: “vi un segundo ataque de Harrier a baja altura sobre el cerco cuando fui con Rachel y Christopher a ver si las gallinas habían puesto”,198. El 25 de junio, tras  anotar  que fotografía  otro bombardeo y los trascendidos del momento, concluye “esta tarde terminé tres manijas para los cajones de la cocina”, 189.

Pero Fowler también evoca  su condición de testigo de la historia: lamenta no haber fotografiado la rendición del destacamento inglés y evoca su solitaria-y tímida-presencia en la recepción de los vencedores ingleses.

Junto con la aceptación del miedo que siempre lo acompañó- por ejemplo al escuchar el ruido de las balas trazantes-  el  sujeto narrador  construye a su sujeto narrado como  un obsesivo  que crea muchas maneras-a veces descalificadas por él  mismo- para proteger a  su familia y a su casa de posibles bombardeos .Y tampoco rehuye la amarga comicidad de recordarlo  temiendo un ataque,  “tumbado de espaldas como Snoopy, cubierto por un colchón que mantenían alto con manos y rodillas”, 137.

Quizá  una observación de Devoine y Gaudillere eche más luz sobre este rasgo del narrador: “como lo indican los supervivientes de situaciones extremas, lo trágico y lo cómico dibujan una línea imprevisible. De la risa a la desesperación hay un solo paso” (2011, 59,60).

Los hechos evocados permiten apreciar  que el sujeto narrador ratifica los límites franqueados por su sujeto narrado. Relata  por ejemplo  cómo  desde el temor inicial pasó a seguir viendo películas durante los bombardeos y  que su esposa debió despertarlo para informarle que se había producido  la tan esperada noticia, el desembarco inglés.

3.3. La forma de representar la guerra

La operatoria de Fowler, el permanente desplazamiento  entre  estilos discursivos diferentes, se reitera en su forma de representar la guerra. Cambian los registros  al narrar  lo que le sucedía, por menor que fuera el episodio  y “la gran historia “que transcurría cerca suyo.

Reconocemos una subjetividad lacerada  cuando  relata haber visto por primera vez  a alguien que moriría  en corto tiempo [5] , “cada tanto se reproduce en mi memoria  como si fuese un absurdo fragmento vislumbrado en You Tube”, 94.

Pero realiza una construcción casi farsesca  para evocar cómo durante el desembarco argentino, el gobernador kelper transmitía  órdenes debajo de una  mesa, mientras simultáneamente aprendía a manejar un arma.  Y recuerda  al  vecino  que refugiado  bajo su cama, llamó por teléfono para  comunicar que un  mortero había agujereado su techo, “fue la primera guerra del mundo que se haya transmitido por teléfono”,52.

Este narrador que relata   con tanta contención su drama personal, la muerte de tres vecinas que había refugiado en su casa, señala la solidaridad  de la comunidad  isleña sin rehuir  observaciones irónicas sobre su vida social.

Así aparece  el Club Kelper, un lugar liberado para bebedores,»  un bastión de supremacía masculina e incorrección política», 100,  recordando  allí  durante la guerra se acopiaba información para enviársela a los británicos.

En 1982, le sorprendía que los kelpers siguieran celebrando una victoria bélica inglesa  de la primera guerra mundial, que significó la muerte de muchos  enemigos alemanes[6]. Pero también registra el peso de no recibir periódicos o no poder pagarlos: narra  que  los asistentes al agasajo brindado por la nave visitante Endurance leían las noticias en los periódicos que envolvían el pescado servido en el banquete.

A veces la ironía se construye como un producto del tiempo: en “lo que ahora llaman la Sala de Liberación del Secretariado”, 65, participa con otros jefes departamentales en una primera reunión  con los oficiales argentinos.

¿Acaso estas diferencias sistemáticas son la herramienta elegida para configurarse como un testigo distante del registro épico, que se sustrae de cualquier visión dicotómica de lo sucedido?

De hecho relatando la guerra que vivió, practica “la autoconfiguración del sujeto”, una  operatoria que  marca  Beatriz Sarlo al estudiar el género testimonial (1994, 12), es decir  construye un discurso  que  simultáneamente  revela algunas claves de su identidad narrativa.

En esa construcción  tienen un lugar significativo  los medios como  como fuente de información durante la guerra. La BBC, Llamando a las Falkland y  la emisora de las fuerzas norteamericanas  tienen un rol diferente en el Diario donde anota puntualmente  las  noticias de la BBC, sobre todo a partir del 21 de mayo, como siguiendo atentamente  el desenlace de la guerra.

En el libro  cita menos a  los medios  y suele asignarle carácter de  referentes descriptivos.

Recuerda la   guerra civil de Irlanda –que se desarrollaba en esa época- con imágenes típicas de la televisión o el noticiero cinematográfico.  O elige  por ejemplo  la serie Blackadder  e inclusive el canal You Tube que son posteriores a 1982.El  discurso de Fowler-como el de casi todos los testimoniantes- busca anclajes  en el presente  para relatar su pasado.

El estado que describe –“de suspensión y suspenso, 86” -durante la ocupación argentina coexiste con evocaciones  que hablan de sus  diferentes formas de movimiento. Desde su preocupación por si debía o no cobrar su sueldo hasta su referencia a la corporalidad, ese “saber qué hace la guerra con los cuerpos”, imprescindible según Sarlo, en cualquier representación de la guerra, 11-15.

Recuerda las esquirlas de bomba que no había percibido incrustadas en su tobillo y  también en un giro ya típico, los cayos plantales que le extrajo la médica que lo examinó.

Su evocación de la muerte,  el grado más dramático de la  materialidad de la guerra, difiere. Muy cercana,  por ejemplo  al ver el brazo colgante que asoma de una  camilla que transportan soldados argentinos.  Más distante: cuando conoce el hundimiento del ARA General Belgrano, sostiene que  hubiera preferido que  sólo marinos de alto grado, los victimarios del proceso militar argentino, integraran su tripulación.

De hecho, este narrador está revelando un saber previo y amenazante sobre  los crímenes de la dictadura. Su testimonio coincide  con  el kelper Stephen Luxton que tenía nueve años en el 82 y recuerda  el temor de su  padre  al ser  tomado prisionero por las fuerzas argentinas porque él  “conocía bien los crímenes de la dictadura” (Clarín,2/4/12,6).

Y también con el relato del conscripto argentino Roberto  Herrscher: “su gente-refiriéndose a los kelpers- tenía genuino temor de que la dictadura argentina le hiciera a ellos lo mismo que nos estaba haciendo a nosotros” (2007,86).

Sería sencillo decir  que el narrador crea  un protagonista cercado por insularidad: vive en una isla ocupada por fuerzas extranjeras  que  tienen  terribles, criminales, antecedentes en su país.

Pero la relación “muerte-distancia” adquiere otra complejidad, cuando  leemos el relato de Fowler sobre la muerte de dos hijos,  uno recién nacido en Inglaterra  y otro muy pequeño en Malvinas, señalando en ambos casos la distancia que lo separaba de un centro asistencial.

Explica que  esta  pérdida  lo decidió a mudarse de la zona rural donde vivía a Puerto Stanley y determinó  que  por mucho tiempo, controlara rigurosamente el sueño de  la niña  que llegó después.

No menos relevante es que el nacimiento de su hijo durante la guerra esté prologada por el relato de episodios amables protagonizados por  su  decidida mujer y un vecino que colabora con ella. El llama  Patrick  al niño y afirma que el nombre se lo inspiró una novela.

Lo cierto es que durante la primera guerra mundial hubo un soldado británico Patrick Fowler, que vivió  cuatro años  refugiado en una casa francesas, ocultándose en un placard. Si hubiera podido identificar la novela, quizá  podría señalar  que la idea de  que un dramático  confinamiento inspiró  esta elección[7].

Su misma condición de malvinense difiere: durante la guerra recuerda que era un “expatriado”, no originario de las Islas y defiende su propósito de ser evacuado. Explica la “britaneidad”, asumiéndose como perteneciente a un país acostumbrado a invadir, no a ser invadido, remite sus modelos al cine hollywoodense, blanco y negro, donde “el enemigo vivía siempre en otro país”,75.

Como todo narrador, dialoga con configuraciones  culturales previas: podemos pensar en la retórica del viajero  cuando  recuerda que  al llegar por primera vez a América Latina, el paisaje físico y humano le hizo evocar a Graham Greene, quizá aludiendo a la visión del escritor británico sobre la América de los años 50 y 60.En Malvinas, mira a los soldados argentinos como descendientes de los indígenas victimizados durante la conquista española[8].

Pero  él mismo reconoce que otras  retóricas como las del cine, no le son útiles. Por ejemplo, la liberación no responde a los cánones fílmicos y el fin de la guerra es un triunfo de los militares, sean los vencedores o vencidos, que  no deja lugar para los kelpers.

Su lectura de lo sucedido después de la guerra  tampoco  cambia la oscilación: admira a Margaret Thatcher por su decisión de defender las Islas en 1982 y señala los errores políticos posteriores de la Dama de Hierro. Acepta que la guerra beneficio la economía de las Islas, pero advierte que los kelpers no forman parte del reino británico[9].

Sobre los soldados ingleses, cuyos testimonios  sobre  lo actuado o presenciado  durante la guerra recibió tempranamente  en su casa, le hacen asumir  que “los pusimos ahí  en una posición en la cual se requería precisamente eso”,135. Sin embargo  se pregunta si podría asegurarle a los heridos, amputados, muertos y a sus familias que  su sacrificio no  fue en vano. Cree que sólo ellos pueden responder, “a nosotros nos queda cumplir con el deber de aparentar que sí sirvió”,171.

3.4. Experiencia y expectativa en el relato de Fowler

Finalmente plantea el objetivo de crear una historia para las Islas e invita a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner a dejar de mirar 1833. Se desentiende de la historia anterior de las Malvinas que siendo él profesor en las Islas  quizá había enseñado. Por lo menos la recordó durante la guerra, cuando le dice a un oficial argentino que el Gaucho Rivero había sido un asesino.

Llama la atención la relación de este narrador con la historia de las Islas previa a la guerra  y que ya en la década del 30 según el sacerdote salesiano Migone   inspiraba más de cien libros en inglés (1996,15)[10]. No cree ni  le importa si había habido un  pueblo y un gobernador argentinos  en Puerto Luis antes de la llegada de los ingleses en 1833.

Paradojalmente,  Lorenz,  el prologuista de Fowler , elige como epígrafe una frase de Horacio, “Conamur tenues grandia”(aunque  pequeños ,nos atrevimos a  cosas grandes,11).En 1764,Louis-Antoine de Bougainville, fundador de Puerto Luis, había inscripto esta frase en el monumento recordatorio que erigió en  las Islas(Winograd,2012, 78)[11].

Pero  recordemos, tampoco comprende por qué los kelpers recuerdan una batalla de la primera guerra mundial, cuya importancia registraba mucho antes de 1982  el Battle Memorial  erigido en   la  la principal avenida de Puerto Stanley.

¿Acaso la historia de ese  “nuevo país” soñado  nació en 1982?: refiriéndose  a grandes etapas históricas, Reinhardt  Kosellec hablaba de la coexistencia de experiencia y expectativa, asociándolas al pasado-presente  y al futuro hecho presente (1993,334-356).

Interpolando arbitrariamente este concepto, ¿por qué no pensar que   la tensión de la expectativa, también opera sobre la visión del pasado malvinero de este narrador?

En 2012, John Fowler  declaró en Clarín que Malvinas era una extraña obsesión de los argentinos por “unas islas con rocas, ovejas y tres mil personas “, Larraquy, 2012,36[12].

Quizá esta  irónica –y anacrónica- visión que  despoja de sentido  tanto a la historia argentina como a  la tradición británica a la que- como  él mismo reconoce- pertenecen los  kelpers,  inspire un punto de partida  para “la nueva nación” que plantea  en su obra y que los mismos isleños negaron  con el referéndum .

Lo cierto es que el sujeto narrador cierra la evocación del sujeto narrado, es decir la experiencia vital-donde la guerra  fue un episodio decisivo- que transformó a un civil inglés en un kelper que postula un nuevo destino para Malvinas.

Se podría reflexionar sobre el curso posterior de los hechos, pero concluyo este artículo durante la pandemia planetaria del coronavirus. El horizonte de expectativa-al decir de Kosellec- es en sí mismo una incógnita demasiado grande para pensar por ejemplo  el cambio político  que inició en 2019 el nuevo  gobierno argentino  o  la situación que abriría el Brexit para las Islas, tan dependientes de las exportaciones al Mercado Común Europeo.

Leído desde la narrativa, el  testimonio  de Fowler-irónico y anticonvencional- abre un abanico de preguntas que son  en sí mismas  un logro del narrador Fowler .Y  un aporte valioso para  los que hoy estudian  la guerra del 82, un –otro –crimen de la dictadura militar argentina.

  1. Un testimonio de época

En 2012, la conmemoración  del trigésimo aniversario de la guerra amplió  el  muy extenso corpus cultural argentino e inglés sobre el tema, generando  un  enorme despliegue cultural  cuya complejidad  excede el objetivo y las posibilidades de este  artículo.

En ese momento, las ediciones de todos los periódicos,  incluyendo  el notable e  innovador  suplemento de Tiempo Argentino, evidenciaron  que la evocación de la guerra  volvía a mediatizar diferencias  políticas que venían de lejos[13] .

El tratamiento de Malvinas en  Clarín y La Nación,  periódicos enfrentados con el gobierno de Fernández de Kirchner, ya fueron objeto de estudio[14] y tuvieron amplias y distintas respuestas.

Me centraré en Clarín, cuyas ediciones de 2012 estudié enfocada en el tratamiento de los kelpers. Sólo observaré que ciertos periodistas y/o colaboradores argentinos  eligieron  para exponer  sus temas un tono “ilustrado”, descalificador de cualquier otra posición, afirmando como único  su conocimiento del tema tratado.

Didi-Huberman (2013) recuerda que Adorno y Horkheimer  decían que “la abstracción, el instrumento de la Ilustración, se comporta respecto de sus objetos como el destino cuyo concepto elimina: como una liquidación…”.

Creo que  la obra de Fowler-tan lejos de la abstracción ilustrada- dialoga con una lectura periodística   argentina de los  kelpers   que  es en sí misma un dato de época.

El medio configuró  a  Malvinas como sujeto de un pasado doloroso – el recuerdo bélico atroz que todos podíamos compartir- y de un presente ajeno -una realidad distante- donde  los kelpers desarrollaban una vida serena, totalmente identificados con la tradición británica, negando  cualquier vínculo con la Argentina.

Ricardo Kirschbaum- uno de directores del periódico les  ofrecía reconocimiento: “Gran Bretaña habla en nombre de los isleños que, a la vez son ciudadanos británicos que viven en una colonia de ultramar (29/6,2)[15], Aldo Abram los justificaba, “Por algo no nos quieren”, fundándose  en la mala situación económica  que  según el articulista atravesaba el país (14/ 4, 40).

Quizá más ilustrativo es   “Por qué no nos quieren. La desconfianza y el recuerdo de la guerra alejan a los kelpers”, un reportaje donde participan cuatro kelpers de diferentes  edades .Allí John Fowler, director del Penguin  News malvinense, es el único que plantea sin reticencias  la independencia de las Islas, “somos culturalmente británicos, pero políticamente primero somos  isleños. Un punto clave es el petróleo…” (25/3,32-36).

En 2014, Natasha Niebieskikwiat  una periodista de Clarín especializada en el tema Malvinas, publicó Kel?ers. Ni ingleses ni argentinos. Cómo es la nación que crece frente a nuestras costas. Criticando a las autoridades argentinas que “nunca desarrollaron una política inteligente y sostenida de conquista de los isleños”, 169, Niebieskikwiat plantea  desde el principio que su objetivo no es hacer una historia de las Islas, sino de la comunidad kelper cuya historia  y sociedad describe.

Lo hace mayoritariamente a través del testimonio de familias pioneras de las Malvinas, que se manifiestan  absolutamente vinculadas a  Gran Bretaña y renuentes a cualquier contacto con la Argentina.

Niebieskikwiat cree  que poseen una doble identidad: quieren ser isleños y al mismo tiempo cívica y culturalmente británicos y señala  que esa  identidad está construida  sobre la base del rechazo  al histórico reclamo de soberanía argentino. Sus entrevistados, inclusive  gente vinculada a nuestro  país por lugar de nacimiento o de estudios,  no reconocen  o aceptan  ninguna relación  con  la Argentina.

En el capítulo dedicado  a evocar la educación en las Islas, John Fowler  hace un largo relato sosteniendo que en un principio estuvo a cargo de la Iglesia, que tuvo además  un colegio de monjas (245-6).Creemos que se refiere a la labor del sacerdote salesiano  Migone  y de las monjas que trabajaron con él, ellas siguieron dirigiendo un colegio para niñas hasta  que fueron expulsadas en 1943.

¿Cómo saber si tan escasa referencia a la innovadora labor de Migone en las Islas obedece al desconocimiento  o a una forma de leer la historia de la educación en  las Islas?

Pero también crean interrogantes  ciertas referencias o silencios  de Kel?ers. Ni ingleses ni argentinos. Cómo es la nación que crece frente a nuestras costas.

Por ejemplo reproduce el   artículo que  durante su visita a las Islas el investigador y periodista argentino Juan Carlos Moreno publicó en 1937 en el Penguin, el diario oficial de Malvinas  (63). Es cierto: Moreno da una versión positiva de las Islas, pero leyendo su libro también sabemos  que fue escrito para neutralizar la agresiva desconfianza que su presencia despertaba en los kelpers[16].

Más llamativa es su referencia a la “exótica experiencia evangelizadora de la sociedad misionera patagónica las Islas Keppel”, sin aludir al tránsito ilegal de indígenas de o hacia el continente y  el episodio del juzgamiento de Jemmy Button[17].

En epílogo, Niebieskikwiat invita a  los involucrados en el debate sobre las Islas – argentinos, británicos e isleños – a hacerlo  mirándose “en la riqueza de su historia, dejando a un lado los intereses geoestratégicos de los estados poderosos, los oportunismos políticos y los sesgos del nacionalismo ciego” (277). Considérese mis observaciones anteriores como un pequeñísimo  aporte a la riqueza de esa historia.

Desde el mismo título de su obra, Niebieskikwiat  coincide con Fowler  en el planteo de una nueva nación constituida por kelpers que no son ni británicos ni argentinos. De diferente manera, ambos construyen una visión propia de la historia malvinera y señalan como  equivocadas las formas en que  las políticas gubernamentales argentinas defendieron  nuestra soberanía sobre las Islas.

Mirando la época como si fuera un tablero de ajedrez donde se  está jugando una partida política y económica,  la obra de Fowler constituye una pieza- notable  en sí misma- que en ese momento se ubica en una  posición determinada.

  1. Un diálogo posible: el discurso de Fowler y las narrativas argentinas.

Sin buscar  intertextualidades ni  explorar  vías de transmisión, me propongo marcar algunas- sólo algunas-  coincidencias entre  la representación de la guerra del  relato de Fowler y las  de ciertas narrativas argentinas publicadas hasta el 2012.

Usaré discursos de  conscriptos  sabiendo que a partir de Los chicos de la guerra (Kohn) y Los pichiciegos (Fogwill) publicados en  1982 y 1983 respectivamente, los  testimonios y las  ficciones reiteraron, resemantizaron y enriquecieron  determinados motivos narrativos.

Aclaración: para mí no es relevante saber  qué obras posiblemente conociera  el narrador Fowler[18] ,que además dialogó con muchos excombatientes  argentinos que retornaron a las Islas. Y que  quizá  también accedió a los libros del excombatiente inglés David Bramley (1991,1994), que en su momento alcanzaron difusión. Pero también es cierto  que Fowler se ausentó de las Islas durante el período 1984-1991.

Naturalmente sus vínculos  con  las obras de Esteban y Herrscher  explicarían intertextualidades notorias. Por ejemplo cuando  durante la guerra, su compasiva  actitud inicial se transforma en irritación al ver a los soldados argentinos en retirada marchando  por la ciudad. Le parecen “siniestros espantapájaros  carentes de humanidad, 78”, Esteban llama  “espantapájaros “a un  camarada que se negaba  a correr durante los bombardeos (Iluminados por el fuego ,73) [19].

O bien cuando recuerda  que sus alumnos habían sido evacuados en el “vetusto queche Penélope” (62),  refiriéndose a la goleta cuya tripulación integró en 1982 Roberto Herrscher, que testimoniará su experiencia en Los viajes del Penélope (2007).

Sin embargo inspirada en el concepto de interdiscursividad de  Angenot( 2012 ) cuando estudia el discurso social y  aceptando que estoy practicando una interpolación arbitraria  del  mismo,  señalaría que en  la narrativa testimonial  argentina hallamos por ejemplo :

Ese  desplazamiento del  vivir con miedo hacia un acostumbramiento que naturaliza  las situaciones más dramáticas, Fowler recuerda que llegó a ver videos durante los  bombardeos. En Partes de guerra,  un exconscripto reconoce que» después fue todo normal. Normal las muertes, las bombas, cualquier cosa, todo normal», (2007,51)

Fowler habla de un  “estado de suspensión-suspenso”, describiendo una reducción del sujeto narrado al momento presente, con la desesperación que generaba  la espera  y el deseo que todo concluyera.  Fabián Bustos evoca que un compañero decía: «Yo no doy más, lo único que pido es que lo que tenga que pasar pase pronto «(Crónicas de un soldado, 2005,143).

La distancia como madre del desconocimiento que Fowler señala tanto en argentinos como británicos, está  en ambos relatos testimoniales. ¿La diferencia? .In situ, los conscriptos argentinos no sabían dónde estaban, carecían de mapas, como recuerda Guillermo en Los chicos de la guerra, 31).  Antes de partir, los británicos no sabían dónde estaban las Malvinas (Bramley, 1991,16)[20].

Fowler alude a los vínculos previos entre la sociedad kelper y la Argentina[21].

En Partes de guerra, el teniente Esteban narra que su  esposa y la hija del gerente de las Falkland Islands habían sido compañeras de colegio en Córdoba. Sus fotos de esa época estaban en el living de la casa de San Carlos, donde durante la guerra  el oficial argentino toma el té con el padre y la hija. Esteban tampoco olvida que ambos, conociendo el avance de la flota, insisten en que abandone el lugar (2007,37,38).

Fowler afirma que el desembarco argentino hizo que los kelpers superaran sus diferencias sociales, seguramente lo hicieron casi todos. Pero en el libro citado  un  testimoniante evoca que en Darwin, el gerente de las Falklands Island se negó a compartir el refugio con los kelpers, aduciendo su condición de británico (75).

Reconoce a Peck,  jefe de policía kelper, que valerosamente huyó para integrarse a las fuerzas británicas y acepta que los robos de casas isleñas, perpetradas tanto por  soldados  argentinos como ingleses, no fueron significativos.

Curiosamente muchos años después, James, el hijo de  Peck,  evocará  esa época recordando cómo era ser un niño kelper en la guerra, “hasta que cumplí los doce nunca había visto un televisor, sin embargo, a los trece ya había visto soldados muertos”, (2013 ,136).

El decidió ser argentino: en nuestro país  pudo  cerrar la historia de su madre  que-  divorciada de su padre-  había vivido vivió un romance con un empleado de una empresa nacional  que operaba en las Islas, idilio interrumpido por la guerra.

Le pregunta a un amigo de esa época, ahora residente en Australia, sobre los robos de los soldados argentinos. La respuesta es notable: el hombre evoca  haber visto a conscriptos que usaban  pulóveres  de  mujer – robados de las casas kelpers- para abrigarse (84).Una imagen  que  a la luz de Los pichiciegos (Fogwill) o Heroína (Correa ,2018) ,por ejemplo, permitiría  una lectura más compleja.

Cercado Fowler en Puerto Argentino y cercados los conscriptos en sus posiciones,  construyen una realidad a través de los medios, ese “afuera” que decidirá su destino. Dice Fowler: “la única fuente de información de lo que estaba ocurriendo del otro lado de Stanley era la BBC”,119.

La diferencia es que mientras  casi siempre Fowler  cree en  lo que escucha, los conscriptos  concluyen desconfiando  de la falaz propaganda argentina y buscan alternativas como las radios Carve o Colonia.

Algunos, muy pocos, que sabían inglés accedieron a las noticias de la  radio británica, un registro que aparece tanto en los testimonios como en las ficciones. En ese sentido, los que operaron como traductores  tuvieron una experiencia especial, Herrscher se evoca como “un conscripto traductor, rubio y de apellido raro”, 38

Naturalmente este examen no niega la absoluta originalidad de la condición civil de este testimoniante, sólo  señala el vínculo del narrador con el discurso literario argentino  que evocó la guerra del 82

Ya en mi tesis “A vos te falta Malvinas” (2015) observé las coincidencias narrativas entre Los chicos de la guerra (Kon) y Los pichiciegos (Fogwill).

Luego en otros artículos [22]estudiando la figura de autor en Fogwill, profundicé  el examen del aporte de las emisoras de onda corta pero también el télex en la información  con que habría contado el escritor. Una información que no  tenían  la mayoría de los argentinos, sujetos a las mentiras de todos los medios masivos nacionales.

En su libro, Fowler relata que durante la guerra  un oficial argentino le preguntó si era cierto que los aviones británicos habían tirado propaganda bélica  dirigida a los ocupantes, una noticia de la BBC que no habían logrado confirmar. Fowler coincide: él también la había escuchado pero nada había encontrado.

¿Cómo no recordar los «contratos de rendición «que en Los Pichiciegos, Quiquito recuerda entregaban los ingleses (122-123)?

Seguramente sin saberlo, el narrador Fowler nos brinda una nueva clave para leer al narrador Fogwill. Para mí otra confirmación que desde lo discursivo,  el libro de Fowler amplía la  lectura de las formas  en que nuestra literatura ficcional y testimonial  representó  la guerra del 82.

Conclusión

El propósito  de este trabajo  fue leer  el libro de Fowler  como el  testimonio de una determinada época, donde un kelper-sincero e inteligente- que vivió  la guerra del 82,  relata  con un estilo anticonvencional  su experiencia y formula un destino posible para las Islas.  Desde la narrativa, la obra ofrece un valioso  aporte  para seguir pensando a las argentinas Islas Malvinas, algo que hacemos desde 1833.

 

Bibliografía

Adabsurdum. (11 de 2018). https://adabsurdum.blogspot.com/2018/11/armario4.html. Recuperado el 10 de 2 de 2020

Angenot, M. (2012). El discurso social.Los límites históricos entre lo pensable y los decible. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Arfuch, L. (2002). El espacio biográfico.Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Bramley, D. (1991). Viaje al infierno. Buenos Aires: Planeta.

(1994). Los dos lados del infierno. Buenos Aires: Planeta.

Bustos, F. (2005). Crónicas de un soldado . Buenos Aires: Distal.

Correa, N. (2018). Heroína. Buenos Aires: Jintsugi Editora.

Davoine, F. y Jean Max Gaudillére (2011). Historia y trauma .La locura de las guerras. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Esteban, E. y Romero Borri (2007). Iluminados por el fuego. Buenos Aires: Página12/Editorial Sudamericana.

Ferro, R. (1998). La ficción.Un caso de sonambulismo teórico. Buenos Aires: Editorial Biblos.

Fogwill, R. (2008). Los pichiciegos. Buenos Aires: Interzona.

Fowler, J. (4 de Junio de 2014). 1982 and all that.Difficult question from a different time. Recuperado el 5 de 3 de 2020, de Amazon: https://www.amazon.com/-/es/John-Fowler-ebook/dp/B00895GYTE

Fowler, J. A. (2013). 1982.Días difíciles en las Malvinas. Buenos Aires: Ediciones Winograd.

Herrscher, R. (2007). Los viajes del Penélope.La historia del barco más viejo de la guerra de Malvinas. Buenos Aires: Tusquets Editores.

Huberman, G. D. (16 de 8 de 2013). «Como abrir los ojos» en Blog. El libro de la pizarra. Recuperado el 22 de 9 de 2019, de https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/el-libro-en-la-pizarra.html.

Kon, D. (1983). Los chicos de la guerra. Buenos Aires: Galerna.

Larraquy, M. (25 de mayo de 2012). «Malvinas, 30 años después». Clarin,Zona/Malvinas, pág. 36.

Mantiñan, G. (2015). A vos te falta Malvinas.Señales de identidad en el relato testimonial de la guerra de Malvinas.1982-2005. Recuperado el 10 de 01 de 2018, de https://avostefaltamalvinas.wordpress.com

Mantiñan, G. (5 de 11 de 2018). Un cura en las Islas. Recuperado el 15 de 1 de 2019, de https:avostefaltamalvinas.wordpress.com

Mantiñan, G. (9 de 7 de 2019). 1833-34:Charles Darwin. Recuperado el 16 de 2 de 2020, de https://wp.me/p7eMsQ-6D

Mantiñan, G. (5 de 2 de 2020). Las islas imperiales de Robert Fitz Roy 1833-34. Recuperado el 10 de 4 de 2020, de https://wp.me/p7eMsQ-7L

Moreno, J. C. (1955). Nuestras Malvinas.La Antártida. Buenos Aires: Librería El Ateneo Editorial.

Niebieskikwiat, N. (2014). Kel?ers. Ni ingleses ni argentinos.Cómo es la nación que crece frente a nuestras costas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

Noffal, R. (2009). «Literatura y testimonio». En M. Dalmaroni, La investigación literaria (págs. 147-164). Santa Fe: UNL.

Raitzin, K. (Mayo-Agosto de 2013). Malvinas y Medios hoy: el abordaje del diario La Nación. Recuperado el 12 de 10 de 2016, de La revista del CCC(en línea): http://www.centrocultural coop/revista/articulo/406

Sanchez, S. (16 de 6 de 2012). «La desmalvinización vista y escrita por Clarín». Tiempo Argentino ,Parte17, págs. 12,13,14.

Sarlo, B. (1994). «No olvidar Malvinas.Sobre cine ,literatura e historia» . Punto de Vista, 12.

Speranza, G. y Fernando Cittadini. (2007). Partes de guerra.Malvinas1982. Buenos Aires: Edhasa.

Vezzetti, H. (2003). Pasado y presente.Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Woodward, S. (1992). Los cien días.Las memorias del comandante de la flota británica durante la Guerra de Malvinas . Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

 

Notas

[1] “Escribí esto -se refiere a la política ejecutada por la presidenta Cristina F.de Kirchner y su antecesor–en vísperas del trigésimo aniversario de la guerra”,172-3.

[2] “La casa de John” publicado en Clarín, ver Mantiñan, G. A vos te falta Malvinas,III.1 “La guerra se libra en cuentos y novelas”(2015,165)

[3] 1982 & and all that. Difficult question from a difficult time in the Falkland Island (Amazon, 4 de junio de 2012).La presentación de la editorial caracteriza al libro como el relato en primera persona de alguien que vivía en Islas-  “el lugar más pacífico de la tierra”- y que de pronto se convierten en escenario de sangrientos conflictos. Define  a la obra como “la respuesta humana de estar en el lado equivocado de una guerra” y recuerda que en la casa de Fowler ocurrieron las únicas muertes civiles de esa guerra.

[4] Por ejemplo, Lorenz  plantea que el relato argentino no registró la experiencia de los isleños que vivieron  la guerra la (“islas vacías”) ,14 .Herrscher señala  que  “los hijos de la guerra” comparten con sus padres una identidad cuyo desarrollo es  valioso desde lo afectivo y lo testimonial, 210. Examinar estas ideas excede las posibilidades de este artículo, pero creo  que seguramente desde otra perspectiva a la planteada por los ambos, ya en 2013 la literatura y el cine argentinos  ofrecían  algunos aportes para la iniciar la reflexión sobre  esos temas

[5] Se refiere al capitán Gustavo García Cueva  que fue ametrallado por las fuerzas argentinas cuando intentaba aterrizar. Fowler se reconoce tan conmovido al punto de buscar un libro para confirmar que el avión era argentino, algo que se supo después.

[6]»una masacre en la que perecieron más de dos mil alemanes y muy pocos británicos «,101.

[7]  Ver: “Encerrados 3: la primera guerra mundial dentro de un armario”, publicado  en el blog Ad Absurdum, sin referencia de autor, pero citando bibliografía sobre el tema (Sanz, Javier, y Clemares, Guillermo (2014). ¡Fuego a discreción! , Anaya y Millett, Tony (2014). “WW 1 CENTENARY: The soldier who came home to Devizes after four years in hiding behind German lines – much of the time in a cramped cupboard”, en Marlborough News Online.

[8] Más allá de que antes de la guerra,  Fowler había visitado el norte argentino y Bolivia,  lo cierto es que ya  los viajeros británicos del siglo XIX, como Robert Fitz Roy, tenían una visión negativa de la conquista española, no apreciaban a los criollos y tampoco a los sacerdotes. Ver Mantiñan.G.2020. «Las islas imperiales de Robert Fitz Roy 1833-34».Ver 1.3. Un narrador complejo

[9] Quizá su mirada sobre la historia argentino esté libre de esas contradicciones, cree que la guerra representó el fin de la dictadura militar para nuestro país

[10] Migone, que  misionó más de treinta años en Malvinas, desde 1905 hasta su muerte, relató su experiencia en 33  años de vida malvinera. Ver :”El sacerdote Migone desde el narrador Migone” en Mantiñan,G (2018) “Un cura en las islas”

[11] Es historia conocida: la expedición de Bougainville  partió  del puerto de  Saint Malo en 1764, una ciudad francesa cuyos nativos solían integran las tripulaciones que ya antes visitaban Malvinas y concluyeron dándole su nombre (les malouines).

[12] En este caso, Fowler elige una imagen tradicional de las Islas, compatible con la visión de fines del siglo XIX, que ya en ese momento estaba absolutamente desactualizada. Sin embargo  visión reduccionista de las Malvinas para  descalificar cualquier interés  puede registrarse en la cultura argentina (ver Mantiñan, G. (2015). A vos te falta Malvinas”.II.6.2. “No saber: lo que se supo después”, nota 213).Pero también en testimonios ingleses : el jefe de la flota británica Sandy Woodward escribe: “por supuesto, de ninguna manera las Falklands valen la pena de una guerra, la ganemos o no”(1992,97)

[13] En 2012 tuvo amplia difusión el  pedido de un grupo de intelectuales y políticos argentinos nucleados en el Club Político, enfrentados con el gobierno,  que solicitó  la libre determinación de los kelpers.

[14] Ver:Sanchez,Santiago(2012), y Raitzin ,Keila (2013)

[15] La negrita es del diario

[16] Mantiñan, G.(2019) “Un anonymous man en Malvinas”, ver “La construcción de la insularidad” y “Central: la labor religiosa” .

[17] Mantiñan, G. (2019),»1833-34: Charles Darwin”, ver :Jemmy Button: un protagonista menor del relato darwiniano.

[18] El corpus es amplísimo y para comenzar debería incluir  por ejemplo, Las cartas de un marino inglés  de David Tinker(1983) que recogió las cartas que este joven marino muerto en la guerra había enviado a su esposa ,familiares y amigos.Y   La batalla por las Malvinas de Max Hastings, un periodista que viajó con la flota británica y Simon Jenkins (1984), creo que esta  obra ya incluye fragmentos de Los chicos de la guerra (Kon, 1982) También las memorias de los jefes británicos como Julian Thompson(1987)y  Sandy Woodward(1992). En Mantiñan, G (2015), A vos te falta Malvinas, realicé breves referencias a estos autores. David Tinker (p.212, nota 331, Hastings y Jenkins, p.129, Julian Thompson (p.68, nota 96), Sandy Woodward (p.109, nota 139).

[19]Siempre pensé que esta imagen remitía a Los hundidos y los salvados (Levi, 1989), donde Levi evoca la irritación  que en el campo de exterminio nazi  le despertaban otros prisioneros,» los hundidos», a los que ya todo le era indiferente. Ver Mantiñan,G(2015), p.94

[20] Mantiñan,G.(2015).,“A vos te falta Malvinas”: la tesis plantea que una de las señales de identidad que forjan los discursos de los excombatientes es el “no-saber” donde tiene un lugar importante el  ignorar dónde estaban y lo analiza en todas las obras estudiadas,  comenzando con Los chicos de la guerra (ver p.66)

[21] Ineludible es recordar la película Las islas del viento (Juan Luis Cibrian, 2013) que relata el trabajo de  las maestras argentinas que durante las décadas de los 60 y 70, viajaron a las islas para enseñarles castellano a los niños kelpers.

[22] Ver: Mantiñan, G. (2017) “Los pichiciegos de Rodolfo  Fogwill. La creación del mito. El mito de la creación”.

 

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.

Autor: A vos te falta Malvinas

Profesora de enseñanza normal, secundaria y especial en Letras, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Magister de la Universidad de Buenos Aires en Literaturas Española y Latinoamericana. Trabajó como asistente de programación en Radio Nacional y ejerció la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras(UBA). Como integrante del Seminario de Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz participó en la realización de fascículos, antologías, artículos, bibliográficas y el libro “Las huellas de la imaginación”. En la actualidad lleva a cabo la investigación “Nieblas de Malvinas. Algunas formas narrativas de las Islas”

2 opiniones en “Un kelper en la Guerra de Malvinas”

Deja un comentario